miércoles, 5 de diciembre de 2012

LÍMITES SIN LÍMITE CON EL SALVADOR


A veces es difícil saber qué cosa es peor, si tener un mal hermano o un mal vecino, pero lo que  no deja lugar a dudas es lo lamentable de tener un mal vecino y un peor hermano. Así me hacen pensar las pésimas relaciones limítrofes de El Salvador con Honduras, pues la máxima de oro del primero parece ser lo mío es mío y lo tuyo es mío; por ello ya hubo en 1969 una guerra, no por un partido de fútbol sino por serios asuntos limítrofes y migratorios.


La actitud de acecho de cada nuevo gobierno salvadoreño en la frontera con nosotros los hondureños, nos priva maliciosamente del tiempo y de los recursos para completar nuestras fronteras marítimas en El Caribe. Es la única calificación posible para ese continuo desafío de esos gobiernos a la legítima territorialidad hondureña, basada en fallos de inmediato e incondicional cumplimiento para las partes concurrentes, dictadas por tribunales competentes.

En el Libro (no tan) Blanco de El Salvador, los militares y civiles abren una nueva herida cuando en la página 6 afirman que “El territorio sobre el cual ejerce jurisdicción y soberanía es irreductible, comprendiendo además de la parte continental, el territorio insular que lo integran en el Golfo de Fonseca las islas: Conejo, Meanguera…”, redondeando el galimatías jurídico con un cierre de la salida de Honduras al Océano Pacífico. Además, Conejo es una isla durante la marea alta y una punta en marea seca, de manera que pelear por ella apunta hacia un cordón umbilical con tierra firme; y ya hasta deben tener planeado lo que harán con ella como complemento del moderno Puerto La Unión.  

Interesante, sobre la isla Conejo, Honduras tiene un derecho de posesión (uti possedetis) indiscutible, que fue lo que alegaron para ganarnos la isla de Meanguera, ocupada sin oposición por la negligencia sucesiva de nuestros gobiernos y la voluntad geopolítica de otro vecino mayor. Nos toca, en consecuencia, demostrar más y más, por todos los medios posibles, esa posesión.    

Recuerdo que para alcanzar la paz después de la guerra de 1969, en la que estuvimos solos, fue fundamental la doctrina Carias Castillo para una negociación global y simultánea, aceptada hasta que la paz era indispensable también para los intereses estratégicos de la doctrina contrainsurgente a partir de 1979.

Alguien que integró la misión conjunta de El Salvador y de Honduras para conocer de las negociaciones entre los Estados Unidos de América y de México al compartir recursos hidroeléctricos, me confió que un mexicano respondió a cierta pregunta así: “antes de firmar asegúrense de que están resueltas todas, hasta las mínimas, diferencias con la contraparte”.

Moraleja uno: el Estado de Honduras que es permanente porque va más allá de cualquier gobierno, debe solventar todas las diferencias pendientes con El Salvador, antes de seguir con cualquier proyecto de supuesta integración.   

Moraleja dos: si tenemos al conejo por la cola, por qué vamos a permitir que cualquier vivo nos lo quite.

Moraleja tres: “Las guerras se comienzan cuando se desea, pero no se acaban cuando se quiere”, según Niccoló Machiavelli.  



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